..."Y en ese momento, abuela, se me reveló con otra identidad. El hombre que salió por la puerta ya no era el que había visto por la mañana. En ese momento su sonrisa, su espíritu y un rayo de luz se fundieron en un segundo mágico de bienvenida. Y me di cuenta de que era él. El hombre que llevaba esperando. Y me di cuenta en ese momento, de que sin saberlo, le había estado esperando durante mucho tiempo. Años. Durante la vida entera. Que ya le había visto en sueños. Que yo conocía a aquel maravilloso ser en mi mundo inconsciente y que esperaba su llegada. Y todo aquello se me reveló en ese mismo instante y lo reconocí. Y quedé fascinada, atónita, cruzada por un rayo luminoso y divino. El hombre que salió por la puerta era Alguien que yo había conocido, no con los ojos de la vista que me ha dado Dios, sino con otro tipo de conocimiento, que trasciende el tiempo y el espacio material. Dios o quien sea abrió las puertas de la Existencia en una ceremonia que no se estaba llevando a cabo en aquel espacio, sino en otras coordenadas diferentes de tiempo de las que conocemos físicamente. Algo parecido al amor de Dios y a la unión mística con Él durante la oración. Un viaje diferente de los físicos, que eleva y conduce a otros lugares donde el espíritu puede reposar. Un viaje que conduce a la morada del Alma. En aquel momento y, de repente, sentí que el Cielo se abría y enviaba a un ángel. Y recordé las sagradas escrituras y ví, de algún modo, cómo se ensanchaban las aguas del océano para que un enviado divino llegara a esta tierra. A mí. Un ejército de ángeles celestiales depositaba en la Tierra a mi amado. Y un torrente solar bañó con más intensidad aquel lugar de nuestro encuentro. Luego él me acompañó hasta el aparcamiento y me habló de su familia, de su esposa, de sus tres hijas. Y nada de ello me turbó. Sólo sabía que Él estaba allí. Que El Encuentro se había producido. Y que yo estaba a su lado. Abuela, tengo todo el cuerpo y el espíritu revolucionados y siento una ansiedad febril por volver a verle. Nada de lo que te contaba ayer tiene importancia. Es una parte de la historia almacenada en viejos archivos. Todo ha cambiado. El mundo es nuevo. Todo ha renacido. Tengo las extremidades cambiadas; las piernas en los brazos y los brazos que me cuelgan boca abajo y, en realidad, camino con las manos y tomo notas con los pies. Si esto es lo que los filósofos llaman flechazo, yo acabo de sufrir uno en todo su esplendor. Y, con toda su furia, me ha alcanzado. Yo puedo ser un ejemplo paradigmático. Abuela, sólo puedo contarte esto. Es lo único que me ocupa. Ya no me importan las operaciones ni la banca electrónica. Quiero decir que, no es que no me importen las operaciones, ni el puesto de trabajo, pues ahora, más que nunca deseo conservarlo. Sólo hay una cuestión esencial.
Sólo quiero verlo".
Párrafo seleccionado del Capítulo 5 "Carta del Veinte de Junio" de la Cuarta Parte "Cartas a la abuela".
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