..."Germán Gamazo logró consolidar Valladolid como un feudo propio. El diario “La Libertad” se refirió a él como el «Insigne castellano gloria de España entera; Mano Generosa; Gran Patriota, Padre Amante, Generoso Redentor» y otros gloriosos adjetivos.
Isabel, la numeraria y prima de Vicente y de Virginia, que advirtió a Victoria de los riesgos de salir con su sobrino, formaba parte de la estirpe de quien un siglo atrás fue consejero de la Sociedad Industrial Castellana. Fue el Marqués de Alonso Pesquera quien decidió que el bisabuelo de Isabel formara parte de su consejo de administración y quien, después de que Castilla perdiera las colonias, creara La Sociedad, con la que consiguieron azúcar refinando la remolacha. Luego, el Marqués emprendió un programa de expansión del regadío en Valladolid y compró el Canal del Duero y, de ese modo, el crecimiento de la Sociedad compensó la pérdida de importación de azúcar que, habitualmente, llegaba de Cuba.
Otros amigos de la infancia de Vicente y habituales en “las reuniones de hombres”, que habían estudiado en el Colegio de Fomento del Opus Dei, también provenían de aquellas grandes sagas familiares que controlaron el poder; eran, por ejemplo, biznietos de antiguos miembros de La Electra. Y, a finales del siglo veinte, ya casi rozando el veintiuno, tenían bufetes de abogados, habían obtenido cátedras en las facultades de la Universidad o concesiones de obras públicas, como la autovía que une Salamanca con Burgos. Y, la mayoría de ellos, o pertenecían al Opus Dei, o eran afines.
Aquella élite, después de la Desamortización, logró controlar los medios de subsistencia y se hizo con el poder político.
Se consideraban superiores al conjunto de la población y, por ello, pensaban que eran los más capacitados para gestionar los asuntos públicos. Entendieron la cosa pública y la relación administración y administrado como una responsabilidad exclusiva y asistencial de quien detentaba el poder. Continuaron, de aquella manera, una cultura de súbdito.
Los caciques fueron los intermediarios entre el parlamento y el pueblo. Eran los que, a través de favores administrativos, compraban los votos para el partido al que pertenecían.
El Estado Liberal se fue implantando en Europa a lo largo del siglo XIX, sin embargo, en España, la sociedad sólo sabía comportarse según las tradicionales actitudes de sumisión y, aunque en el marco legal se había establecido una igualdad teórica, las concepciones mentales propias del Antiguo Régimen pervivieron y facilitaron el sometimiento a las autoridades que se consideraban naturales dentro de la comunidad.
De aquel modo, la presencia de los caciques constituyó una rémora para el sistema político ya que frenaron el desarrollo de una cultura política verdaderamente participativa.
Aquellos caciques se convirtieron en «los nuevos señores». Los obreros debían aceptar la realidad confiando en la bondad y en los sentimientos caritativos de las élites dirigentes, que legitimaron un orden gracias al consenso y, para ello, buscaron la docilidad de los comportamientos sociales. Y en la conformación de aquella conciencia colectiva intervino la Iglesia Católica introduciendo una dimensión jerárquica del Universo y santificando la obediencia y la resignación.
Aquellas élites introdujeron un patriotismo exacerbado y acrítico, que presentaba cualquier protesta contra el poder establecido como una traición a la patria. Se concibió a la nación como una gran familia, y a la monarquía y al catolicismo como elementos clave de la esencia nacional española, y vincularon la tradición católica con los momentos de mayor esplendor de la patria, dentro de una doctrina que cristalizó en el llamado «nacional-catolicismo».
Los caciques del siglo XIX mostraron una gran capacidad de adaptarse a las nuevas circunstancias. Y, de aquella manera, generación tras generación, hasta el siglo XXI se fueron solapando.
Esas circunstancias fueron el terreno apropiado para que el Opus Dei germinara y creciera robusto en Castilla y León. En realidad, nada había cambiado, excepto los nombres. Cuando la Santa Inquisición desapareció, después de asesinar y torturar a cientos de miles de seres humanos, la «Congregación para la Doctrina de la Santa Fe» se erigió en su lugar. Era un órgano colegiado del Vaticano cuyo fin consistía en promover y tutelar la doctrina de la fe y la moral en todo el mundo católico. En realidad, pretendían acabar con las posturas de justicia social que la Iglesia Católica había emprendido en América Latina y, también en Europa, gracias a la entrada de las nuevas doctrinas favorables a nueva y moderna moral. En 1981 fue presidida por Joseph Ratzinger. Y, tanto la Congregación como el Opus Dei tenían los mismos objetivos. De aquel modo, ambos se fueron acercando. Y, en consecuencia, el Opus Dei fue declarado de interés religioso y humanístico en el año 2002, Escrivá santificado por el Vaticano en el año 2002, y Joseph Ratzinger elegido Papa en el 2005.
No habían dado puntada sin hilo. Ni unos ni otros.
Eran los mismos, pero con diferentes disfraces. También en aquella supuesta Democracia.
Y, bajo estas circunstancias históricas, se podía entender la pasividad del pueblo castellano, que no era más que una nación aterrorizada. Que sabía lo bien que El Terror, a la tradicional derecha, le había funcionado. Un pueblo ignorante de que la Autoestima podía existir para un ser humano".
Párrafo extraído del Capítulo Primero "La Primera Cita" de la Segunda Parte "Castilla y León"
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